Al terminar la anterior entrega decíamos que durante la crisis anterior y por supuesto en esta y la que vendrá, se escuchan machaconamente afirmaciones del tipo: “hay temas que no deben tocarse dentro de la organización porque no aporta al negocio, es un asunto de cada uno, y este no es el lugar para abordarlo”.
Brene Brown que adquirió notoriedad totalmente merecida, por sus intervenciones en TEDx, acerca de la vergüenza y la vulnerabilidad, (y por supuesto con sus libros que empezaron a conocerse), reconocía con ironía y tristeza que cuando comenzó a viajar reclamada para dar conferencias en empresas por los diferentes estados, le insistían mucho que mejor no mencionara ni la vergüenza ni la vulnerabilidad, y que hablara sobre innovación, creatividad y liderazgo, aunque esas emociones estuvieran implícitas.
A Mike Robbins en su TEDxBerkeley, le pasaba otro tanto, contando que preparando una conferencia en Japón ante los managers de una multinacional con su traductora, esta le comentó que la palabra vulnerabilidad no podía utilizarla como algo bueno, porque en su idioma significaba debilidad y era impropia para ese foro.
No deja de ser una ironía que las empresas apuesten con valentía por la innovación y el riesgo, visualizando escenarios que hoy se antojan inalcanzables…y se comporten de un modo tan conservador y temeroso en abordar las relaciones humanas, en apostar por un liderazgo emergente y compartido.
Pensar así es vivir en una prisión mental; es crear endogamia empresarial, como una burbuja o reducto cerrado donde no se puede hablar ni tratar elementos inherentes al ser humano:
- Hablar de mis sentimientos y emociones
- Cómo relacionarme con el dolor, la humillación, la ternura o el miedo
- Hablar de una cooperación franca, auténtica, sin vivir en silos y dispuesto a aprender de otros departamentos y compañeros
- Aprender a pedir ayuda y darla a quien la necesite, a pedir perdón y decir no lo sé.
- A ejercitarme en regalar la confianza, compartiendo información, estrategia y propósito.
- Atreverme a manifestar que no estoy bien ubicado en mi puesto y pedir hacerlo en otro, que no puedo más, que estoy estresado, que no tengo vida, que no soy feliz en mi empresa.
No podemos permitir que el trabajo nos fraccione y nos desconecte de nuestra vida. No podemos resignarnos al discurso de que estamos para ganar dinero y lo demás son temas personales. Todo lo organizacional es personal, porque las personas somos las mismas en cualquier escenario. Y no es tarde para abordar nuestra forma de sentir, de pensar, de mirar y de relacionarnos.
Nunca como ahora he visto tantas declaraciones sobre valores, la importancia de las personas, trabajar en equipo, la transparencia, la participación de todos, devolver a la sociedad parte de lo recibido, el cuidado del medio ambiente o salvar el planeta.
Y sin embargo los comportamientos, los hechos, siguen respondiendo a estilos de dirección autoritarios, basados en control y desconfianza, con miedo a delegar, confiar, experimentar y apostar por caminos de entendimiento, franqueza y auténtica innovación, y si se permite a alguien atreverse, es exigiendo al que se expone, a que le garantice beneficios y a ser posible, superiores a los obtenidos por los viejos métodos.
Y estos tiempos de pandemia y dolor para toda la humanidad, lo están confirmando.
Me quedo con iniciativas valientes, con personas que no ponen los beneficios por delante (existen) y prefieren esperar aunque tarden, sabiendo que están construyendo otro tipo de empresa y están apostando de verdad, por potenciar el talento y las iniciativas de su gente, que de verdad, está comprometida porque así lo decide, no porque se les exija desde arriba.
No hay empresas. Solo estamos hombres y mujeres singulares, únicos, vulnerables y con enorme potencial, que queremos transitar de una manera digna por esta vida, siendo escuchados, respetados y pidiendo que nos dejen ser quienes somos con nuestra contribución. Exactamente igual a como algunos intentamos comportarnos con nosotros y con los demás en nuestras relaciones.
Porque todos estamos de paso por esta vida pero ellas, las personas responsables de esas empresas, parece que no se enteran y desconocen el impacto que nos causan.
Las personas olvidarán lo que dijiste, también lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir (Maya Angelou)
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