La incertidumbre es donde suceden las cosas
¿Hay algún momento en donde no exista la incertidumbre? No, absolutamente
ninguno.
La incertidumbre forma parte de la propia naturaleza de la existencia
comenzando por el hecho de la muerte, que sabemos que sucederá pero
nunca cuando lo hará. Abrazar la incertidumbre puede generarnos sin duda
una oportunidad de un mayor conocimiento interior, dotándonos de una
mirada abierta y apostando por nuestro desarrollo personal.
Pero es probable que este concepto no haya estado presente de forma tan
clara en nuestros procesos vitales, educativos o de desarrollo profesional.
Hemos crecido escuchando muchos mensajes que nos han indicado lo
contrario y han calado en nosotros.
Así, buscamos para nuestros hijos una carrera que les posibilite un trabajo
seguro y estable, o les empujamos a que opositen sin mirar el brillo de sus
talentos; invertimos en ladrillo porque es un valor permanente; los
empresarios reclaman entornos sólidos y seguros y gobiernos estables con
políticas económicas predecibles. Buscamos parejas o matrimonios para
siempre; ideas claras y firmes, viviendas protegidas, sistemas sanitarios que lo
cubran todo.
Y siempre escuchando esos mantras que se repiten de manera machacona en
tiempos de crisis y en tiempos de prosperidad: no es momento para cambios,
esto no toca ahora; ¿para qué arriesgarse? ve a lo seguro, a lo que siempre ha
funcionado; si quieres atreverte hazlo en tu tiempo libre o cuando te
jubiles…
Para paliar el miedo y reforzar nuestra seguridad, los anuncios nos recuerdan
que estamos solos y que necesitamos protegernos. Anuncios de seguros, de
alarmas para nuestra casa (todos los vecinos ya lo tienen menos nosotros), de
sanidad privada huyendo de la masificación, de alquiler seguro (otros se
encargaran de echar a quien no te pague), y son legión los que te ofrecen
llevarte a casa lo que se te ocurra, o gestionar tu patrimonio desde tu móvil.
Mensajes claros: en realidad todo está bien, puedes controlarlo todo. Disponer
y decidir desde casa lo que desees. No importa qué pasa fuera, o como te
encuentras tú, o que quieres hacer con tu vida. Todo está bien. Nada ha
cambiado. Tranquilo, confía en nosotros, trabajamos para ti y los tuyos.
Se trata de no dejar entrar a la incertidumbre en casa cuando es parte de
nuestra familia, pues ha estado con nosotros desde el principio. Pero en un
mundo feliz la incertidumbre no tiene cabida. Quizá negar su existencia
pudiera ser una manera de invitarnos a no pensar por nosotros mismos, a no
mirar en nuestro interior para hacernos las grandes preguntas, y también una
manera de no permitir que nadie descuelle del rebaño, tirar de las piernas a
quien osa volar sin ataduras mostrando a los demás, su miedo y mediocridad.
El ser humano tiene una intuición de la verdad. Pániker lo explica muy bien.
Cada uno de nosotros, sabemos y sentimos que cuando la incertidumbre se nos
pone delante, estamos ante un hecho relevante en nuestra vida. ¿Por qué?
Porque tomamos nota de su trascendencia, de su auténtica presencia y
señorío, de nuestra insolencia y soberbia al pensar -e incluso creer- que
podemos organizar, planificar y decidir nuestros actos, por no decir, ¡nuestra
vida! Sin contar con ella.
Cuando tomamos conciencia de esto, se nos ofrece una oportunidad
extraordinaria de relacionarnos con esta dama, de escucharla, comprenderla,
y hablar con ella el resto de nuestra vida.
Quien siga pensando que con valentía y fuerza de voluntad puede conducir su
vida; o que si deseamos algo fuertemente y lo visualizamos podemos
conseguirlo, es un iluso.
El virus ha arrasado con todo y nadie puede asegurarnos que mañana no
aparezca otra cosa: nadie sabe nada ni lo sabrá. Nos creíamos intocables y
hoy nos mostramos desconcertados, angustiados y desnortados.
Estos contenidos han sido elaborados conjuntamente con Iñigo Echebarría, consultor de nuestro partner, Endeavour Learning
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