Las formas en las que nos comunicamos cambian a la velocidad en que lo hacen los medios de que disponemos.
Un día entra en nuestra vida el Skype y hablamos por vídeo conferencia a través del ordenador. Otro conocemos algo llamado Whatsapp y de repente todo el mundo se pasa el día tecleando en su móvil y teniendo varias conversaciones a la vez. En las últimas semanas parece que gana “adictos” el Line, que te permite hablar y escribir independientemente de si lo haces desde el teléfono o desde el ordenador. ¿Qué será lo próximo?
No importa el medio que usemos para comunicarnos, todos se basan en unos principios que están presentes en la comunicación humana y que no podemos olvidar, por muy sofisticado que sea el método que vayamos a utilizar.
Nosotros, como uno de los sujetos participantes, queremos transmitir un mensaje que exprese sin dudas lo que pensamos/sentimos sobre algo, y lo debemos hacer intentando no herir ni molestar al otro. Esta es la base de la asertividad.
Por otro lado, debemos mantener una actitud de escucha activa para poder percibir lo que la otra persona nos quiere decir, como está recibiendo nuestro mensaje, como se siente…
Evidentemente para poder enviar y recibir toda esta información tenemos varios canales.
Si tenemos en cuenta que según Mehrabian en toda comunicación hablada, las palabras en sí suponen tan solo el 7% de la información recibida, aportando el lenguaje no verbal el 55% y las características de la voz el otro 33%, nos daremos cuenta de toda la información que se pierde en la comunicación telefónica y especialmente en la escrita.
Cuando utilizamos esta formas de interacción, tenemos que ser especialmente cuidadosos a la hora tanto de lanzar nuestro mensaje como a la de interpretar lo que nos quieren transmitir a nosotros. Siempre se ha dicho que “la palabra es muy fría” y de alguna manera es cierto, a pesar de que los emoticonos intentan compensar de alguna forma esta “falta de sentimientos”.
Esa palabra no va acompañada, por ejemplo de una sonrisa suavizándola, de un contacto visual, o de una mano en el hombro… Vamos a interpretarla desde nuestras propias creencias, estado temporal de ánimo, expectativas, etc. Puede que todo esto no tenga nada que ver con la interpretación que le va a dar otra persona. Y esto se da, simplemente porque no tenemos toda la información.
Así que, si queremos mantener nuestra “agenda de contactos” intacta y no participar en conversaciones para sordos, antes de pulsar el botón de enviar, tendremos que realizar un ejercicio de empatía, intentando “entender” en el sentido más amplio de la palabra, cómo va a recibir el otro nuestro mensaje con la poca información que tiene (que tenemos), qué nos está queriendo decir y analizaremos si es el momento más oportuno para tratar un tema que se está complicando, o es preferible posponerlo para una situación en la que tengamos toda la información a nuestro alcance.
Nuestro estilo de vida es cada vez más rápido, pero en ocasiones vale la pena tomarnos tiempo y pararnos a pensar en como se ven las cosas desde el otro lado.
Seguro que nos ahorramos muchos malentendidos.
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