Los resultados acompañan a este empresario que supo abrirse paso en un sector hasta hace pocos años dominado por las grandes superficies francesas y el Corte Inglés, con una fórmula propia y original acompañado –seguro- de un gran equipo. Pocos encarnan como él el riesgo y la aventura del empresario tal y como nos han enseñado siempre.

Le gusta llamar la atención y sus intervenciones son esperadas porque presume de decir lo que piensa, y esto es lo preocupante, porque no todo lo que pensamos es verdadero, justo o aceptable. Por lo menos para mí no lo es y me choca no haber leído ni una sola línea en la prensa habitual o en internet discrepando de sus palabras (tampoco de organizaciones feministas aunque seguro que alguien lo habrá hecho).

Me ocupo de una de sus frases más propias de ser pronunciadas en un bar delante de sus amigos hombres, que en el congreso del Instituto de Empresa Familiar celebrado en Valencia el pasado 29 de octubre:

“Hablaremos de empresarias y empresarios, porque si no me pueden meter en la cárcel” o de “empresos y empresas”

El tono de sorna (puede verse en el video) y de chufla, me parece primero fuera de lugar y luego irrespetuoso para las personas que creemos y apostamos por la igualdad de mujeres y hombres en la empresa, y si yo fuera mujer y trabajara en su empresa, tendría muy claro que si pretendo hacer carrera profesional tengo que aceptar lo que supone esa declaración de principios: masculinizarme.

Implica también reírse de las políticas de igualdad (aunque una de sus directivas lo niegue), y retar o intentar ridiculizar a todos las personas que en el mundo de la empresa nos movemos por hacer más visible su aportación y minimizar una masculinización heredada y presente en las organizaciones y que a muchos nos incomoda y cansa.

Pero lo más triste es que lo hacía ante un público que al parecer le reía estas y otras gracias, y me cuesta aceptar que lo compartan cuando conozco empresarias y empresarios presentes en ese acto (700 asistentes) que en sus organizaciones no miran de verdad el género sino la preparación y la actitud y dudo mucho que se identificaran con sus palabras.

Pero ¿Qué ocurre? Que no es el dueño de una pequeña pyme, es un hombre poderoso al que pocos osan oponerse y todos quieren estar a buenas con él, pues sus inversiones en obras sociales, deportivas y apoyo a emprendedores son muy grandes. A lo sumo el comentario en voz baja de: “es Juan Roig; puede permitírselo” y a continuación buscar hacerse la foto con él. Lo entiendo.

En otro momento afirmó: “que los empresarios no tenemos buena imagen porque no salimos a dar la cara, nos da mucho miedo salir a decir que somos empresarios”… Bueno, quizá sea bueno plantearse si se debe salir del armario para esto, y si esa imagen trasladada en el Congreso favorece a la percepción de la inmensa mayoría de personas que no están en ese mundo.

También tuvo otras aportaciones que comparto y que hablan de un posible cambio de rumbo en su manera de ver las relaciones humanas en las organizaciones y a las que quizá le dedique otra entrada.

Si alguien se atreve a decirle al rey que va desnudo, sería bueno hacerle ver que de continuar así, el personaje acabará comiéndose a la persona, a la que seguro, merece la pena conocer.

Utilizar la foto de Juan Roig con su equipo directivo era una tentación que no podía resistir y sobre todo después de leer la entrada de Paco Grau analizando el lenguaje corporal; entrada que recomiendo y de la que tomo prestadas sus opiniones.

A mí la foto me transmite poder y desafío y también inseguridad reflejada en las manos de sus directivos que protegen sus partes como los jugadores de una barrera ante el tiro de una falta, y la de su jefe con los brazos cruzados y las manos escondidas.

Viendo la foto, se entiende que me pregunte donde están las mujeres en su empresa.